Lola (3): Para la próxima, lubricación

Capítulo 12 de Las rosas de Abril.

14 min read

—Teníais que haber visto sus caras cuando les dije que hiciéramos el trenecito.

Sole estaba contando su enésima aventura sexual del año, o del mes, mejor dicho. Yo no terminaba de acostumbrarme a los relatos de la promiscua vida de mi hermana, y he de reconocer que incluso lo desaprobaba. Temía que Sole corriera peligro en alguna de sus salvajes noches, pero, sobre todo, me preocupaba la imagen que daba y lo que la gente que la conociera pensara sobre nuestra familia.

Solía sentirme incómoda cuando Sole entraba en detalles, así que estaba revisando Facebook mientras Patri y Ro se tronchaban de risa con mi hermana. El móvil me evitaba tener que ejercer contacto visual, pero me seguía enterando de lo que decían.

—¿Y cómo empezó? ¿Cómo les entraste? —preguntó Ro.

—Pues eso estuvo guapo. Les escuché hablar de Lara, me acerqué y les dije que era mi prima. No se lo creían. Les enseñé fotos de las dos juntas, se quedaron flipados, y luego…

—Espera, espera, espera. ¿Qué estás diciendo? —interrumpí a Sole, encolerizada.

—He dicho que les dije que soy prima de Lara Martín…

—Te he oído perfectamente, lo que pasa es que no quería creérmelo. ¿Tú usas la cabeza para algo? ¿Cómo se te ocurre utilizar a Lara para hacer un trío, Sole?

—Yo no la utilizo, solo es un gancho, un tema de conversación.

—¿Ah, sí? ¿Eso es Lara para ti, un gancho?

—Ya estás montando el drama otra vez, como siempre.

Mi hermana y yo estábamos discutiendo. Habíamos elevado el tono, así que esta vez fueron Patri y Ro quienes cogieron sus teléfonos, incómodas.

—Sole, hoy día debemos tener cuidado con las cosas que hacemos. Cualquiera de esos tíos puede irse a una red social y poner que se ha tirado a la prima de Lara Martín en Sevilla, que es una facilona y que…

—¿Una facilona? ¿Supuestamente eso es lo que piensan ellos o lo que piensas tú, Lola?

Estaba a punto de decirle que eso lo puede pensar cualquiera, pero me detuve a tiempo. En lugar de eso, respiré y le dije:

—No me parece bien que utilices a Lara para follar, eso es todo. No quiero que haya por ahí circulando según qué comentarios, punto.

—La que me debería decir algo si le molestara es ella, no tú. Ya lo hablaremos, no te preocupes. Y tranquila, que la imagen de tu hotel no corre peligro, que es lo que te importa.

—No es el hotel lo único que importa, es…

—Lola, déjame tranquila. No quiero escuchar otra vez tu discursito, en serio, que tú tienes mucho por dónde callar.

La indirecta de Sole me enfadó y me dejó intrigada, aunque no quise preguntarle nada delante de Patri y Ro.

—Vale, Sole, lo que tú digas —me limité a decir.

Se hizo un silencio incómodo que Patri rompió hablando de los planes para el próximo fin de semana. Me quedé unos 10 minutos y luego me retiré con la excusa de ir al hotel para revisar algunas tareas pendientes. Ya había pasado por el hotel antes de llegar a la cafetería en la que habíamos quedado, así que me fui a casa. Una vez allí, abrí el ordenador y, curiosa, introduje en el buscador la palabra clave “Sole Martín”. Mi hermana me había desbloqueado una nueva preocupación: la de que alguien estuviera hablando de mi familia en algún foro de Internet.

No encontré nada relevante, a excepción de perfiles en redes sociales que mi hermana ya tenía e información institucional de la Junta de Andalucía relacionada con sus matrículas en ciclos. Para mi tranquilidad, mi hermana mantenía un perfil online bajo, todo lo contrario que en el plano presencial, donde se hacía notar allá donde fuera.

Se me ocurrió cambiar la búsqueda a “Lara Martín familia”. Las primeras páginas del buscador estaban llenas de enlaces que remitían a noticias sobre Lara, incluyendo entrevistas y reportajes. Entré en algunas de ellas. Mi prima siempre se afanaba en trasladar la importancia que da a la familia, pese a que pasaba con sus miembros menos tiempo del que le gustaría. Sonreí cuando leí unas declaraciones de hacía un par de años.

“La del tenis es mi segunda familia, incluyendo a mi equipo y a compañeros y compañeros que ya son mis amigos. Con algunos conservaré siempre la relación, con otros probablemente no. Pero con quienes me esforzaré siempre por no perder el vínculo es con mi familia de Sevilla: mis padres y hermano, por supuesto, pero también mis tíos y mis primas, a las que adoro”.

Sabía que las declaraciones de Lara no respondían solo a un deseo de formarse una imagen cercana, familiar y agradable. Era sincera. Mi prima dejó Sevilla con 13 años, así que apenas conservaba amistades muy estrechas en la ciudad. Lara, Sole, Sofi y yo, y también Javi y Víctor, no nos llevábamos mucha diferencia de edad y habíamos crecido en contacto continuo, así que nuestra relación era estrecha. Sabía que Lara sentía debilidad por todos, pero especialmente por nosotras tres.

En la tercera o la cuarta página de resultados encontré un foro llamado “Famosos y todo lo otro”. Tenía hilos dedicados a personajes conocidos tanto de España como de fuera, y en uno de ellos hablaban de Lara. En él encontré algunas referencias a noticias que ya había leído antes, lo que abría conversaciones sobre mi familia. Lo que me temía. Encontré una sucesión de posts de diferentes usuarios, encadenando una conversación que era más o menos así:

“La pobre debe estar un poco falta de cariño. Si se fue de su ciudad tan joven para vivir sola (sin sus padres) echaría de menos a su familia”.

“Ella viene a Sevilla siempre que puede y, por lo que sé, ve bastante a sus tíos y primas. Tienen un palco en el Sánchez Pizjuán, un hotel en una avenida importante y parkings en el centro”.

“Pues qué bien se lo monta, ¿no? Está claro que no se va a quedar sin manteca cuando se retire del tenis. Tú eres de Sevilla, ¿no? ¿Conoces a alguien de su familia?”.

“Sé poco sobre ellos, solo lo que he dicho. Hace unos meses estuve en un pub por el centro y una amiga me dijo que estaban allí dos de sus primas, Sofía y Sole, creo que me dijo. Estaban con un grupo de chavalas, las dos así monas, Sole especialmente. Estaba hablando con un tío”.

“Qué raro que Sole estuviera hablando con un tío (modo irónico: on)”.

“¿Por qué lo dices?”.

“Porque le gusta la ‘melva’, como decimos aquí”.

“¿Es lesbiana?”.

“Ella no, Sofía sí. Pero ella no pierde el tiempo, te lo digo yo”.

“Bueno, déjala. Siendo joven y guapa, como decís que es, la chica estará disfrutando de la vida. Además, seguro que Lara la tiene enchufada en alguno de sus negocios”.

“Aquí todo lo lleva su familia, sí. La directora del hotel, por ejemplo, es su prima Lola. Aquí pone que estudió ADE”.

La usuaria adjuntaba una captura de pantalla de la web del hotel. Por recomendación del departamento de marketing, donde trabajaba Javi, incluimos en la página un apartado de Quiénes somos con nuestros cargos, trayectoria y fotos. El motivo era trasladar una imagen cercana y que la gente nos pudiera poner cara.

En aquel hilo había decenas de páginas hablando sobre Lara. Tenía muchos admiradores y también algunos detractores, lo normal, pero lo que me llamó la atención fue la facilidad y el desahogo con el que algunos usuarios compartían información que no podía ser más que supuesta. ¿Cuánto daño podían hacer aquellas presunciones?

Aunque no leí mucho sobre Sole, la usuaria que sugirió saber sobre su activa vida sexual incrementó mi preocupación. Parecía que, definitivamente, mi hermana había malogrado cierta fama en Sevilla. Estuve pensando en ello durante horas hasta que no pude más. Quería llamar a alguien para compartir mi preocupación, pero ¿a quién? ¿A Lara? Ni de coña. Estaba 100% involucrada en una temporada infartante, más aún después de ganar en Wimbledon, y no quería incrementar su tensión. ¿A la propia Sole? Creería que la estaba atacando más que solo informarla y me echaría la culpa a mí.

Llamé a Leo. El mejor amigo de Lara y responsable de prensa, imagen y relaciones públicas estaba al tanto de todo lo que se hablaba sobre mi prima. Era su trabajo. Habíamos coincidido muchas veces, tanto en competiciones deportivas como en visitas de Lara a Sevilla o mías a Marbella, así que tenía confianza con él. Lo avisé por WhatsApp pidiéndole que no le dijera nada a Lara y, cuando me dio luz verde, lo llamé.

—Nada es que… A ver cómo te digo esto…

—Lola, no me asustes.

—No, no, es que… A ver, es que he visto en un foro de Internet algunos comentarios sobre Lara y sobre mi familia que…

—¿Ese foro es “Famosos y todo lo otro”?

—Sí —confirmé.

—Ah, vale, lo reviso casi a diario. Pero últimamente no he visto nada raro. ¿Tú sí?

—Bueno, eran mensajes antiguos. Una chica mencionaba a Sole dando a entender que es un poco… No sé, suelta.

Leo rio.

—Recuerdo haber leído algo, sí. Pero no es para tanto. Sole es una crack, sin más, le gusta disfrutar.

—Ya… Bueno, el caso es que yo no sabía que ese foro existía, y me metí porque Sole me dijo el otro día que se presenta a los tíos diciendo que es prima de Lara.

Volví a escuchar la risa de Leo.

—¿Te preocupa que afecte a la imagen de Lara? —pregunté.

—Mmmm… No especialmente, la verdad. A quien más puede afectar usar el parentesco es a la propia Sole. Pero Lola, yo no le daría importancia a esas cosas. Tú no sabes las teorías tan locas que yo he tenido que leer sobre tu prima.

—¿Y sabe lo que escriben de ella?

—A tu prima la tenemos blindada, cariño. Le tengo prohibidísimo que ponga su nombre en Google. Sabe lo que tiene que saber para lidiar con la prensa, pero ya está.

—Ya, claro.

—Tú no te preocupes, que aquí estamos Marisa y yo para apagar todos los fuegos de tu prima y el resto de la familia.

—Sois unos profesionales, eso no lo dudo. Pero, ¿tú crees que a Lara le haría gracia saber que Sole dice que es su prima para ligar? ¡Es que la tía incluso enseña fotos!

—A ver, eso ya si me escama. ¿Qué tipo de fotos?

—No lo sé, no las he visto. Fotos de las dos juntas, supongo.

—Bueno, a ver si te enteras de qué tipo de fotos son. Por lo demás, no creo que Lara le diera importancia. Ella se parte con Sole, ya lo sabes. La adora.

—Sí, ya.

Di las gracias a Leo. Supe que tenía razón sobre lo que pensaría Lara poco después, porque finalmente Sole confesó su práctica en nuestro chat familiar de WhatsApp.

—Lara, tengo que hacerte una confesión —escribió mi hermana.

Siempre hacía lo mismo. Creaba misterio o exageraba mucho las cosas de antemano para que luego no pareciera para tanto. Recuerdo cierta ocasión, con el carnet de conducir recién aprobado, en la que abolló el parachoques contra la columna de un parking. Fue a decírselo a mis padres con cara de preocupación y exagerando las consecuencias del golpe: “El coche está destrozado”, les dijo. Cuando salieron a verlo, más preocupados que la propia Sole, quedaron aliviados. “No es para tanto, hija, nos has asustado. Anda, no tiene importancia, llevas solo un mes con el carnet”.

Aquel día, Lara también cayó en la trampa. Cuando se conectó y vio el mensaje escribió.

—¿Qué has liado, Solito?

—Te lo voy a decir pero… ¿Me prometes que no te vas a enfadar?

—Dímelo, anda.

—Pues es que… un par de veces o tres he dicho que soy prima de Lara Martín para ligar con chavales.

Lara envió risas.

—Coño, Sole, ¡ya ves tú! Mujer, no tiene importancia.

—También enseña fotos de las dos —intervine, algo molesta.

—¿En serio? ¿Qué fotos, Sole? —preguntó Lara.

—¡Qué chivata eres, Lola! ¡Se lo pensaba decir yo!

—Solito, como se te ocurra enseñar fotos de cuando nos bañaban juntas de pequeñas, te mato.

—No, no, son fotos normales. Mira, te paso algunas.

Sole pasó algunas fotos que, efectivamente, eran normales. Quizás la que más pudo molestar a Lara era una de las dos en ropa de baño, pero mi prima no hizo referencia alguna a aquella imagen. Sí comentó el contexto de algunas otras.

—Bueno, bueno. ¿Y qué? ¿Te funcionó? Ahora lo cuentas —escribió Lara.

—Hizo un trío —volví a intervenir.

—Lola, ¿te callas? —me recriminó mi hermana.

—¡Hija de la grandísima! ¿Otra vez? No te hartas, ¿eh?

Esto último lo escribió Sofi que, hasta ahora, no había intervenido.

—¿Cómo que otra vez? ¿Te has aficionado a los tríos, Sole? -preguntó Lara.

—No, coño. Habré hecho tres o cuatro, no sé.

—Madre mía, Solito. ¡Eres una comehombres!

—Tú te callas, guapa. No quieras ir de santita ahora, cuando todas sabemos que eres la Teniente Anal.

Lejos de considerarlo un ataque, a Lara le hizo gracia la referencia y envió risas.

—Bueno, aquí ninguna somos santas —escribió Sofi.

—Mi hermana solo —siguió Sole.

Hacía unos minutos que no intervenía, porque realmente no tenía nada que aportar, e ignoré la apelación directa de Sole.

—Seguro que Lola, a la chita callando, se come más que nosotras —dijo Lara.

—Sí, claro —contestó Sole, junto a unas risas que dejaban claro que estaba siendo irónica.

—Bueno, anda, cada una hace lo que puede —sentenció Lara.

Mi prima volvió a preguntar los pormenores del último trío de Sole, que al parecer solo seguía a una ristra de ellos. Yo permanecí en silencio hasta que el tema derivó al tenis, pues Lara andaba aquellos días agobiada e irascible. Se exigía demasiado en los entrenamientos y arrastraba la culpa de, a su juicio, no ser muy agradable con los miembros de su equipo, con tanta tensión. Entre todas la animamos, lo que a Lara le hacía bien. Sabía que éramos un punto de desconexión para ella, así que solíamos trasladarle nuestro apoyo y cariño.

He de confesar que, aunque yo no era especialmente fogosa y consideraba que el sexo estaba sobrevalorado, a veces mis amigas me creaban curiosidad. Todas parecían disfrutar mucho en las relaciones íntimas, lo que me llevaba a preguntarme por qué. Una de aquellas noches, en las que David me buscó en la cama para intentar intimar conmigo, me abrí a explorar nuevos horizontes.

Nos estábamos besando mientras él me tocaba, excitado. Le gustaba acariciarme los pechos y el trasero, a veces pellizcando con demasiada energía. Solía deslizar una mano entre mis muslos, tiraba para que yo los abriera y me introducía un dedo o dos en la vagina. Siempre pasaba por alto mi clítoris, aunque yo le había oído decir a las chicas que su estimulación era los que más placer les producía. De hecho, la mayoría confesaban no alcanzar orgasmos por la vía vaginal.

David movía sus dedos dentro de mí y yo apenas gemía. La verdad es que no me provocaba demasiado entusiasmo que David jugara conmigo de aquella manera, simplemente lo veía como un prolegómeno de la penetración, que era la parte más importante del acto.

Pero aquel día, llevada por la curiosidad de las últimas conversaciones, le propuse algo diferente.

—David —dije, con cierto reparo.

—¿Qué?

—¿Tú querrías probar… algo nuevo?

—¿El qué?

—Pues… no sé. ¿Y si lo hacemos por detrás?

Se le iluminó la cara ante mi pregunta, porque a lo largo de nuestros años de relación él me lo había propuesto muchas veces y siempre había obtenido mi negativa como respuesta.

—¿En serio? —me preguntó.

—Bueno, a ver, podemos probar —dije, no demasiado convencida.

Me coloqué sobre el colchón apoyada en las manos y las rodillas mientras aguardaba el siguiente movimiento de David, nerviosa. Estaba a punto de dar marcha atrás cuando mi novio separó mis glúteos, pero no tuve tiempo. Sin pensárselo dos veces, me penetró analmente provocándome un dolor intenso que me hizo gritar.

—¡¡¡AAHHHHH!!!

Me sentí a punto de desfallecer ante aquella sensación insoportable, y apenas sentí la fuerza suficiente como para moverme, hacer que su miembro se deslizara fuera de mí y hundir mi cabeza en la almohada para llorar. Entre sollozos, escuché a David decir:

—Qué exagerada. Es normal que al principio duela un poco.

Sus palabras me hicieron sentir débil y continué llorando. Definitivamente parecía que yo no estaba hecha para el sexo, porque mientras mujeres de mi círculo confesaban disfrutar mucho con la penetración anal, a mí me había parecido una de las peores experiencias de mi vida.

David se sentó a mi lado sin decir nada. Cuando dejé de llorar y me incorporé, me preguntó:

—¿Quieres que lo volvamos a intentar?

—Estás de coña, ¿verdad? —dije, molesta porque se le hubiera pasado siquiera la idea por la mente.

—Bueno, ya te he dicho que es normal que duela al principio.

—Ni principio ni final, es la última vez.

—Joder, Lola.

Me senté en la cama entre quejidos por el dolor que aún sentía en el trasero. Me estaba pareciendo un esfuerzo sobrehumano llegar al baño para ponerme agua, por si me aliviaba mínimamente.

—¿No seguimos? Por delante, aunque sea —me preguntó David.

Le lancé una mirada agresiva que él entendió, así que se limitó a poner los ojos en blanco y a mover la cabeza. Yo me fui al baño y, en parte por el dolor, en parte por su evidente falta de empatía, continué llorando mientras probaba métodos ineficaces para intentar aliviarme.

Quedé con Paula dos días después para tomar café en el hotel, mi mejor amiga de la universidad. Intentábamos vernos con relativa frecuencia para no perder el contacto, pues las dos nos teníamos mucho cariño. A mí me gustaba hablar con ella. Era dulce y amable, nunca me sentía juzgada en nuestras conversaciones como me pasaba con frecuencia cuando hablaba con Sole o con Sofi. Aquella vez fui yo quien sacó la conversación sobre sexo.

—Paula, ¿te puedo hacer una pregunta sobre… sobre sexo? —dije.

—Mujer, ¡claro! —contestó ella, risueña.

—¿Alguna vez lo has intentado… por detrás?

Paula rio, seguramente divertida porque yo había bajado la voz aunque no hubiera nadie a metros a la redonda, y se me notaba avergonzada.

—Lucas y yo lo hemos intentado, pero no me gusta. Me molesta —me dijo.

—Ah, vale.

Hubiera dejado la conversación ahí, pero sabía que Paula querría saber más.

—¿Por? —preguntó, con una media sonrisa socarrona.

—Bueno es que… A ver, David y yo lo intentamos el otro día, ¿vale? Me puse a cuatro patas, él me la metió y… nunca he sentido un dolor tan insoportable.

A Paula se le había borrado la sonrisa a medida que hablaba.

—Espera, ¿pero no usasteis lubricante ni nada?

—Ehhh… No.

—Coño, Lola, pues entonces no me extraña que te doliera. ¡Qué brutos sois! ¿Y David no te dijo nada? A ver, para el sexo anal SIEMPRE hay que usar lubricación, pero más aún si es la primera vez.

—Ya, no lo sabía —dije.

—Lo normal es empezar con un dedo, incluso hay gente que utiliza unos dilatadores especiales. ¡Tú empezaste directamente por lo gordo!

—¿Me lo dices o me lo cuentas? ¡Llevo dos días que ni sentarme puedo!

Paula rio.

—¿Y cómo fue? ¿Tenía ganas y quiso darte?

—No, se lo pedí yo.

—¿En serio? ¡Vaya, pues me sorprende!

—Ya, es que esa es la cuestión. Todas me tenéis por estrecha y aburrida.

—¿Todas? ¿Quiénes, Lola? Porque yo no.

—Pues no sé. Mi hermana, por ejemplo, siempre se está metiendo conmigo.

—No le hagas caso a Sole, anda, cada una es como es. No a todas nos gusta lo mismo ni con la misma frecuencia.

—Ya…

Me quedé pensativa, pero Paula insistió. De repente, parecía muy interesada por las circunstancias en las que se produjo mi cuasidesgarro anal.

—Entonces él no fue lentamente ni nada, ¿no? La metió, sin más.

—Sí —dije, escueta.

—Fue… No sé, ¿fue brusco contigo?

—La metió, sin más.

Paula suspiró, y yo sentí la necesidad de abrirme con ella.

—Me aparté rápidamente y empecé a llorar, muerta del dolor. Él me dijo que era normal que al principio doliera, y que era una exagerada.

—¿Una exagerada? Increíble. Te la mete sin mostrar un mínimo de delicadeza, te hace daño y luego te llama exagerada mientras tú lloras.

A mi amiga se la veía enfadada, pero yo traté de quitarle hierro al asunto.

—Bueno, fui yo quien quiso. Él lo hizo y ya está.

—Eso no es así, Lola. Tú querías experimentar con él, que es tu novio, pero en el sexo tiene que haber un mínimo de comunicación. Hay que asegurarse de que la otra persona está cómoda y bien.

—Ya…

Paula no quiso agregar nada más, aunque sospecho que se quedó con las ganas de hacerlo. Yo desvié la conversación hacia excompañeros de la universidad para ponernos al día de sus vidas. Cuando nos íbamos a despedir, me dio un abrazo y me dijo:

—Cuídate ese culito, anda. Y la próxima vez que quieras experimentar, infórmate bien antes. Busca en Internet, que hay páginas muy fiables, o pregúntale a alguien de confianza. Como a mí.

Sonreí y le di las gracias. Antes de salir de la cafetería, donde yo me quedé para mirar unos documentos, Paula se volvió y me dijo:

—Y Lola… Aunque David sea tu novio, sabes que no tienes que hacer con él nada que no quieras, ¿verdad?

—Sí, claro —dije, sorprendida por la pregunta.

Paula se marchó, pero yo me quedé pensando en las veces que David me insistía para que tuviéramos sexo o para que practicáramos algo nuevo que aumentara su placer.