No me dejes

[Relato no erótico] Hay amores que son peor que tóxicos: destruyen. No siempre se dan entre personas. No siempre se puede considerar “personas” a las partes implicadas.

RELATOS

4/24/20243 min read

Recuerdo la primera vez que me besaste. Eran las Fiestas del Carmen, ¿te acuerdas? Tú solo tenías 17 años. Llevabas pañuelo azul y una camisa blanca que salió de casa impoluta, pero que quedó manchada de ti y de mí, de los dos, de nuestros olores entremezclados.

Recuerdo el momento de acercarme a tu boca y cómo acepté con éxtasis su humedad y calidez. Recuerdo cómo recorriste tus labios con la lengua después del primer beso, intentando retener mi sabor. Te gustó. Te gustó tanto que supiste, desde ese instante, que querrías probarme una y otra vez. No solo por el sabor, sino por lo que te hacía sentir: euforia, desahogo. Aquel día hicimos un gran descubrimiento: lo bien que lo pasábamos juntos.

Nos fuimos conociendo mejor. Nuestra relación se fue estrechando hasta que llegamos a un dulce punto de no retorno: ya nada podría separarnos. Por eso quise compartir todos tus momentos, buenos y malos.

Estuve contigo en tu graduación de Bachillerato, ¿te acuerdas? Cuando se agitó la alegría de alcanzar la meta, la nostalgia del final de una etapa, las expectativas de futuro y la decepción de no haber obtenido la nota que querías en Selectividad.

Estuve contigo después de aquel largo fin de semana de verano. Tus amigos tenían planes para el curso siguiente, tú aventurabas la dispersión propia de la madurez, anticipabas la sensación de soledad y quisiste quemar las noches. Como si el domingo augurara el fin del mundo y no solo un simple final de semana. Desde el viernes llevabas sin aparecer por casa, ¡menuda bronca te echaron tus padres! Y ahí estuve yo, contigo. Sosteniéndote.

Estuve contigo cuando te echaron de aquel trabajo que encontraste en el puerto de Getxo. Compartí tu alegría, era lo que querías. No tendrías que dejar tu ciudad de siempre y podrías compatibilizar con los estudios a distancia en los que te habías matriculado. Todo era perfecto. Pero un día te dijeron que pasabas demasiado tiempo conmigo, que quizás por mi culpa habías llegado tarde dos veces esa semana. Y que deberías tomarte el despido como una oportunidad de empezar de nuevo lejos de mí.

Estabas abatido y, a pesar de cuánto me despreciaron e injuriaron, yo estuve contigo. También renegaste tú, pero me quedé. Siempre me quedé. También cuando ella ya no quiso estar. Ya sabes, aquella chica de Portugalete a la que conociste en la Aste Nagusia de Bilbao. No sufrí celos aquella noche, tranquilo. Al revés, si haces memoria, recordarás que fui yo quien te animó a acercarte a ella, porque noté que te gustaba. De no ser por mí, no lo habrías hecho. Lo sabes.

Ayer te hiciste una promesa en voz alta: vas a dejarme. “Cueste lo que cueste”, dijiste. Te oí. Estabas en el sillón, llorando, con las manos sobre las sienes y balanceándote adelante y atrás. Parecías un loco, pero no, solo eras un hombre abatido intentando sacudirse la desesperación. Yo podría haberte ayudado, pero has decido apartarme de tu vida. Después de todo lo que hemos pasado juntos.

Que vas a dejarme, dices. Es por ella, ¿verdad? Quieres recuperarla, no sabes cómo y has decidido prescindir de mí. De nuestras noches memorables, del calor tras los desayunos de invierno a la intemperie, de los encuentros fugaces a cualquier hora de la mañana, de un lunes a horas intempestivas, cuando nadie más quería salir contigo.

No, no me dejes. Vamos, ven, estoy aquí. Me has mirado de soslayo varias veces, lo he visto. Sé que tengo unas formas seductoras y suaves que se acoplan bien a tu mano. Nadie me toca como tú. Agárrame con fuerza y no me sueltes. Sabes que lo mejor está en mi interior. Te mueres por mí y lo sabes. Vamos, ven. Ábreme. Bébeme. Déjame resbalar por tu garganta, déjame darte calor, déjame hacerte olvidar. Dame solo un trago. No escuches los ecos de quienes te llaman adicto, enfermo, alcohólico. Quieren separarnos. Pero nadie te entiende como yo y lo nuestro es para siempre. No me dejes.