Poliamando (Parte 2)
Rafa es uno de los dos novios de Amanda, con el que estaba antes de Dioni, y que aún no estaba preparado para el poliamor.
11/1/20233 min read
Soy Rafa. Sí, el Rafa de Amanda. Uno de sus dos tíos. No quería empezar esto de la relación poliamorosa, ¿para qué voy a mentir? ¡Si yo estaba bien! Quiero decir, yo sé que la monogamia tiene sus contras. Y tengo amigos que se han revelado contra ella, pero lo han hecho mal, poniéndole los cuernos a sus parejas. Y no una ni dos, sino varias veces.
Le conté a uno de ellos lo que Amanda me propuso.
—Ella quiere follar y no solo contigo, tío. Mira, la entiendo. Conozco a cada vez más gente con relaciones abiertas, ¿sabes? Apunta a que sí, son el futuro.
Supuse que Amanda tenía razón, que soy un rancio y que es hora de abrir la mente y plantearme algo distinto a lo que siempre me han inculcado. Así que acepté. Acepté por eso, por la sensación de estar quedándome atrás y porque, si soy sincero, no quiero perderla.
La quiero, ¿sabéis? Estoy muy enamorado de ella. La primera vez que la vi me pareció una pasada de chica. Fue en la fiesta de cumpleaños de un amigo común. Ella era amiga de la novia de mi amigo, y a mí ya me habían hablado sobre ella. No era la primera vez que alguien se emperraba en emparejarme, así que tampoco iba con muchas expectativas. Pero, cuando la vi, ¡guau! Esas piernas kilométricas, esos ojos color miel y ese pelo rubio, largo y sedoso, no pasan desapercibidos.
Nunca se lo he dicho, pero, si me tengo que quedar con algún momento de nuestro año y poco de relación, es con la noche de nuestra primera vez. Salimos a cenar y acabamos en un garito cualquiera. Estábamos sentados en la barra, yo bebiendo cerveza, ella ron con cola. Estaba achispada y se reía con cualquier cosa. Me estaba contando algo cuando, de repente, sonó su canción favorita de aquella semana, alguna de trap latino. Y ella comenzó a mover las caderas de un modo tan sensual que me dejó babeando.
Al salir del local, en el trayecto al coche, la agarré por la cintura. Ella me dio un beso y me pidió que la llevara a algún lugar bonito. “No sé, adonde quieras”, insistió en cuanto le pedí que especificara. Así que la llevé a las afueras, a un camino rural que conocía. La noche estaba despejada. Le pedí que nos apoyáramos en el capó y nos quedamos mirando las estrellas. Yo le señalé alguna constelación que conseguí identificar. Ella se pegó a mí y me dijo que tenía frío, así que nos fuimos al asiento de atrás del coche, abrí el techo y continuamos mirando las estrellas hasta que ella empezó a desabrocharme los botones de la camisa.
Nunca voy a olvidar el momento en el que se sentó sobre mí, desnuda. Su cuerpo hacía un vaivén vertical para hacer que entrara y saliera de ella, mientras yo posaba mis manos sobre sus caderas sin apartar la vista de su cara. ¡Qué guapa es! Su pelo rubio, despeinado, enmarcaba su rostro en primer plano, con el fondo de las estrellas que se dejaban ver a través del cristal del techo.
Sí, podéis decir que soy un moñas. Pero, desde que ella me confesó lo de Dioni, no he podido dejar de pensar en aquel momento. Fue especial porque fue muy íntimo y muy intenso. Fue nuestro. Eran momentos nuestros y, ahora, lo mismo que compartía conmigo lo tiene con alguien más. Las mariposas, las ganas de verla, la sonrisa tonta cada vez me escribía, la complicidad… Todo eso ya no es solo de los dos.
Me contuve como pude cuando me contó lo que pasó con Dioni. No quería otra discusión con ella, y pensé que no tenía nada que reprocharle, después de todo. Habíamos abierto la relación, ya no había exclusividad. No me había sido infiel.
Ahora, cuando estoy con ella, ando pensando que nuestro encuentro se terminará en algún momento, y se irá a los brazos de otro. Me matan los celos. Y se lo he confesado, porque se me nota en la cara. Ella dice que el paso al poliamor es duro, porque tenemos muchas ideas preconcebidas por culpa de la monogamia, pero que tengo que desaprender. Y en ello estoy. En ello estoy. Esperando que, quizás, cada día me duela un poquito menos pensarla con otro.

