Viernes de sexting

Es viernes por la noche, Tamara lleva una semana extenuante y solo quiere relajarse. Pero desiste de buscar un título interesante en su catálogo de plataformas de streaming y a por otro, el de ligues potenciales de su app. Se alegra de haber encontrado a Mario esa noche…

5/15/20244 min read

Tamara lleva dos años en una app de citas y, hasta ahora, no se puede quejar. Ha encontrado exactamente lo que iba buscando. Algunos de sus mejores polvos de los últimos años han salido de esos “match”. No todos sus ligues acabaron en orgasmos estelares, pero, al menos, registraron una buena previa a base de planes y conversaciones interesantes.

Pero es viernes por la noche y Tamara, tras una semana extenuante en la oficina, solo quiere tumbarse en el sofá, comer palomitas y ver una peli. Pasa un buen rato revisando el catálogo de sus plataformas favoritas. Pero, como le suele suceder, termina sucumbiendo a la curiosidad que le genera otro catálogo, el de sus ligues potenciales.

Esa noche hace “match” con Mario. Con esa barba castaña tan bien perfilada y ese degradado, no le ha hecho falta pasar de la segunda foto. Se alegra de la coincidencia, porque se ve que Mario también lleva mucho en la app y ha despachado las preguntas introductorias en dos frases: “Soy de Benavente, vivo en Salamanca, tengo 30 años y trabajo de administrativo. ¿Qué tal, guapa?”.

Así es como le gustan a ella, lanzados y resueltos. Tamara capta la personalidad de los chicos con los que habla a los cinco minutos de conversación, si hay algo más que saludos iniciales. Cuando intuye esas cualidades de su preferencia, es cuando verdaderamente logra el “match”.

Algo dice Mario que Tamara se toma como el pistoletazo de salida para su aventura de la noche:

—No está el tiempo como para dormir solo.

Ella ni se plantea vestirse para una primera cita ni recorrer en coche los 30 kilómetros que la separan de Mario, pero le sigue el rollo. Porque si hay algo que gusta a Tamara más que deslizar por la app, es tener lo que su amiga Luci llama “conversaciones pornosas”, de las que tenía en el viejo chat del Terra. Los “millennials” viejos entenderéis.

—Si te vas calentito a la cama, cariño, ni te va a dar tiempo a echar de menos a nadie.

Un par de mensajes sugerentes después, Tamara confirma que Mario está tan en el ajo como ella y le da su usuario en Telegram, para más intimidad. Es hora de desatarse.

MARIO: Bua, cómo me alegro de haber hecho “match” contigo hoy. Pareces tan… abierta.

TAMARA: Abierta soy, abierta estoy.

MARIO: [Risas] ¿Y por qué estás abierta?

TAMARA: Porque hay cierto administrativo de barbita perfilada que me está poniendo MUY burra.

MARIO: Ufff…

Él le envía una foto. Está tumbado. Se ve el torso desnudo y una mano semioculta bajo el calzoncillo.

TAMARA: ¡Qué bueno estás! ¿Vas duro ya?

Mario envía una segunda foto: su calzoncillo azul ocultando un bulto prometedor, alargado y apuntando hacia su torso. Se le notan unas habilidades notables para aquella casi webcam que se están montando, porque enciende más a Tamara.

TAMARA: Mmm… Debes de tener una polla increíble.

Para agradecerle la foto, que son leña pura para la hoguera de sus fantasías, Tamara envía un vídeo a Mario, solo unos pocos segundos. Es un primer plano de su pezón duro acariciado por la yema de su dedo corazón.

MARIO: Joder, tía, cómo me tienes.

TAMARA: ¿Cómo?

AUDIO DE MARIO: Pelándomela, ¡ah! Fuerte. No me da para escribir ya.

Excitada, Tamara le envía otro vídeo. Lo que acaricia ahora su dedo corazón no es su pezón, es su coño. Son otros pocos segundos de juego lascivo en los que desliza dos dedos dentro y fuera de su vagina, y termina acariciándose el clítoris en círculos suaves. Por si Mario no tuviera bastante con lo que ve, también la escucha.

—Oh, Mario… Uf, ¿te gusta?

Con apenas capacidad para sujetar el móvil, entre espasmos y temblores, Mario vuelve a regalar un vídeo a Tamara. Es un plano picado que apunta directamente a su miembro, ancho, duro, enrojecido. Se masturba tan fuerte que parece que se está castigando, con los dedos en torno al tallo, deslizando su propia piel con furia.

AUDIO DE MARIO: Joder, joder, me corro, me voy a correr. ¡Oh, oh!

El audio induce a Tamara a su propio orgasmo, a modo de banda sonora obscena. Ella también se ha vencido a las prisas y se frota el clítoris en movimientos cada vez más rápidos. Decide regalarle a Mario un último clip. Le muestra su coño en primer plano, chorreando gotitas blanquecinas y sufriendo los espasmos del clímax.

MARIO: Tienes un coño precioso.

La primera vez que Tamara tuvo una conversación caliente con un desconocido, se pasó una semana rayada. Temió que el chico colgara el contenido en una web porno, y, peor aún, que alguien reconociera sus genitales. Tienen una forma peculiar, como todos. Durante años anduvo acomplejada por tener un clítoris por encima del tamaño medio, al menos, según comprobaba disimuladamente cuando entraba al baño con sus amigas.

Pero Tamara no solo se ha aceptado, sino que vive y disfruta su sexualidad como quiere, sin miedos. Toma unas precauciones que considera suficientes, como no mostrar a la vez su rostro y el cuerpo desnudo, y se lo pasa bien. Bastantes veces tiene que replegar su voluntad en el día a día, bastantes veces tiene que guardar las formas en el trabajo o con la familia, como para censurarse en el sexo. Para ella, es pura diversión y lo exprime cuanto puede.

Vuelve a escribir a Mario:

—Me voy a ver una peli, encanto. Ha sido una primera cita genial.

Él contesta:

—La repetimos cuando quieras.