Qué es la asistencia sexual y por qué genera debate
4/2/20246 min read
La asistencia sexual a personas con discapacidad inspiró el relato Selene, la asistenta. Puedo decir, con permiso de Mi vecino, el jornalero, que se trata del relato con más éxito de la serie Relatos de amor y sexo rojo, así que os quiero contar cómo se cocinó.
Hay un trabajo de documentación más o menos exhaustivo detrás de cada relato, porque, aunque se trate de ficción, todos contienen una reflexión. Así que os cuento qué aprendí antes de crear a Selene y los demás personajes: qué es la asistencia sexual, quién la ejerce y cómo y cuáles son los argumentos a favor y en contra.
(Sí, retomo el blog después de seis meses como si no hubiera pasado nada por el camino. Precisamente por cosas que pasan, y por el tiempo limitado, no puedo comprometerme a una periodicidad regular. ¡Seguro que me entendéis!)
¿Cómo es la sexualidad de alguien con discapacidad?
Diversa y compleja, como la de cualquier otra persona. Parece una obviedad, pero cabe recordarlo porque, con mucha frecuencia, se les observa como personas infantilizadas y faltas de deseo.
Plena Inclusión España publicó su posicionamiento por el derecho a la sexualidad de las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo. En el documento emplazaba a atender, educar y dar apoyo en una cuestión que supeditaba a la calidad de vida, la salud y los derechos. La sexualidad es una parte importante de la vida de todas las personas y, por lo tanto, todo el mundo necesita conocerse y aprender sobre su cuerpo y su sexualidad, aceptarse y expresarse a gusto con intimidad y sin sentir que las conductas sexuales son obligatorias.
Así que, lo primero para entender la asistencia sexual es tener claro que TODOS somos sexuales.
Qué es la asistencia sexual
La asistencia sexual es un trabajo consistente en facilitar a otras personas el acceso sexual a su propio cuerpo o el de otra/s persona/s. Así es como lo define la web Asistencia Sexual, que pone un ejemplo: igual que la silla de ruedas no pasea a una persona con diversidad funcional, sino que es la persona la que pasea a su manera utilizando la silla, el asistente no masturba a la persona. Es la persona quien se masturba usando las manos del asistente, y tomando sus propias decisiones.
“Asistir” es “servir o atender a alguien”. De manera que la asistencia sexual no consiste en proveer sexo, sino en servir de apoyo a alguien con limitaciones para tener sexo consigo mismo/a o con otras personas. Se proporciona acompañamiento.
Las explicaciones y argumentos a favor de la asistencia sexual se suelen centrar en las limitaciones físicas que impiden el acceso pleno al propio cuerpo. Sin embargo, las personas con diversidad intelectual también pueden acceder a asistencia sexual. En ese caso, sus tutores se responsabilizan de establecer con el/la asistente/a el protocolo para determinar qué puede decidir la persona asistida, qué no decide y qué apoyo usa.
Si quieres saber más sobre asistencia sexual para discapacitados, puedes ver este reportaje en vídeo que hizo la periodista Samanta Villar. También puedes ver las últimas seis historias del documental Yes, we fuck, que aborda las sexualidades en personas con diversidad funcional.
Qué hace y qué no hace un asistente sexual
Lo que sí hace: asiste en la exploración del cuerpo de alguien con discapacidad para la masturbación y a la hora de conseguir ciertas posiciones y/o movimientos en prácticas con otra/s persona/s.
Lo que no hace: no ofrece acceso sexual a su propio cuerpo, de manera que no hay besos, abrazos ni caricias, ni mucho menos sexo oral o penetración. Tampoco está entre sus funciones excitarse o provocar excitación, ni sentir placer. Además, dado que su intervención es instrumental, tampoco educa ni interviene terapéuticamente.
En principio, cualquier persona que pueda trabajar de manera legal y quiera formarse puede ser asistentes sexuales. Webs como Asistenciasexual.org ofrece material de autoformación y talleres o cursillos presenciales que pueden realizarse a distancia. Dicha web actúa también como directorio y punto de contacto, de manera que a través de ella se pueden buscar servicios de asistencia sexual en Madrid, Barcelona o la ciudad correspondiente.
¿Por qué genera debate?
Se trata de un tipo de trabajo sexual que genera discusiones sobre si tener sexo es un derecho o no, y si las personas que asisten se sienten coaccionadas indirectamente (por problemas económicos, por ejemplo) y/o son coaccionadas. Hago un repaso general a los argumentos a favor y en contra.
Argumentos a favor
La asistencia sexual para personas con diversidad funcional es defendida, sobre todo, por las personas que la padecen. Argumentos que esgrimen habitualmente son los siguientes:
No hay explotación sexual porque no hay un intercambio de dinero por sexo, ya que la persona asistida no tiene acceso al cuerpo de la que asiste. Además, el trabajo de un/a asistente está mucho más limitado que el de quienes se dedican a la prostitución.
Las personas que asisten lo hacen con absoluta libertad de decisión.
Los/as asistentes reciben formación para tratar dolores, posturas, formas de estimulación específicas y enfrentar situaciones como la incontinencia urinaria o fecal, babeo, etc. Eso sitúa la asistencia sexual cerca del plano de la asistencia física y sanitaria.
Es una mera intervención instrumental: solo se asiste técnicamente a la persona, como lo hace una silla de ruedas o cualquier otro instrumento.
Evita que personas con discapacidad que tienen dificultades para satisfacerse sexualmente de forma autónoma recurran a la prostitución.
Los receptores de la ayuda suelen ser hombres con grandes discapacidades físicas que, en ocasiones, están prácticamente inmovilizados. No hay peligro de actos de dominación, intimidación y violencia que se dan en otros trabajos sexuales.
La satisfacción sexual es una necesidad humana vital que no se puede ignorar. Genera bienestar físico, psicológico y emocional. Por lo tanto, la asistencia sería un derecho para las personas que tienen dificultades para experimentar satisfacción sexual.
Favorece la independencia de personas con discapacidad de ambos sexos.
Argumentos en contra
Quienes argumentan en contra, en esencia, rechazan que exista un derecho a la asistencia sexual o al acceso al cuerpo propio que pueda justificar la relación de poder y la explotación que se da en esta actividad. Se oponen, especialmente, las activistas por los derechos de las mujeres, pues son mujeres las que mayoritariamente ejercen como asistentas. Algunos de sus argumentos son:
En cualquier relación sexual no deseada no hay consentimiento y, por tanto, hay un sometimiento que devasta a nivel físico y psicoemocional.
Resulta significativo que la mayoría de asistentas sean mujeres y la mayoría de las personas asistidas sean hombres (más de un 90%), como sucede en la prostitución.
Es un tipo de explotación sexual. Y la explotación sexual siempre ha acarreado la opresión y violencia hacia las mujeres atrapadas en el sistema. La falta de movilidad de la persona asistida no elimina la violencia, porque esta no implica solo dominio físico. Puede ser, por ejemplo, económico.
En la explotación sexual de las mujeres se da una relación de poder. No es un simple intercambio de dinero por sexo. Los hombres siempre han ocupado una posición hegemónica, física, simbólica y económica.
Que se considere que no hay sexo solo porque no hay penetración por cualquier orificio es una visión muy reduccionista del sexo.
Una muestra de que sí, es prostitución, es que en países donde la actividad está regulada, está asimilada a la prostitución.
No se puede equiparar a la asistencia física y sanitaria porque los propios promotores advierten que no es un servicio social, ni sanitario ni terapéutico.
En la defensa de la asistencia sexual hay contradicciones: se habla de diversidad funcional para no hacerlo de discapacidades o deficiencias, lo que hace que resulte más difícil entender por qué necesitan apoyo. Además, sus defensores aseguran que la asistencia no es terapéutica ni pedagógica para eliminar el paternalismo, pero sí contemplan que se ofrezca asesoramiento.
No es cierto que la satisfacción sexual sea una necesidad ineludible ni que su falta genere sufrimiento físico o emocional. Desde este punto de vista, se obvia su dimensión social y emocional. Aunque la satisfacción sexual sea deseable, no puede justificar un ejercicio de poder como es demandar sexo a cambio de dinero.
No favorece la independencia de las personas con discapacidad y, además, aumenta los prejuicios sobre su sexualidad: refuerza esa visión de que son incapaces de satisfacerse sexualmente por sí solos, o que no despiertan deseo. Y, cuando acceden a sexo, se conforman con actos fríos e instrumentales, sin afecto ni reciprocidad.
A la hora de escribir el relato, quise reflejar la amplia variedad de situaciones que pueden vivir las personas que demandan asistencia sexual. Y, además, los diferentes puntos de vista y el debate que genera la actividad. ¿Qué pensáis? Las conclusiones son vuestras.
Fuentes:
De la Cruz, C., Gonzáles, B., Pereyra, C. y Santamaría, C. (2017). Posicionamiento por el derecho a la sexualidad de las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo. Plena Inclusión España. En https://www.plenainclusion.org/wp-content/uploads/2021/05/posicionamiento_sexualidad.pdf
Web https://asistenciasexual.org/
Cuervo Pollán, A. (2023) «Revisión de algunos argumentos favorables a la “asistencia sexual”», Cuestiones de Género: de la igualdad y la diferencia, (18), pp. 78–95. En https://revpubli.unileon.es/index.php/cuestionesdegenero/article/view/7582/6112

