Si a ti también te preocupan las caras que pones durante el sexo, deberías leer esto
8/28/20244 min read
Estás en medio de un polvo y piensas: “¿Qué cara estaré poniendo?”, “¿Me verá desde este ángulo las lorzas de la espalda?”, “Si lo cabalgo mirando hacia atrás, ¿pensará que tengo el culo muy gordo?”. Algo así le pasaba a Paula, la protagonista del relato Sexo sucio. El que, por cierto, ha sido el primero que ha rebasado las primeras 1.000 escuchas en iVoox, según las métricas internas de la plataforma. ¡Muchas gracias!
Andar preocupada por las caras, las posturas, los kilitos o la celulitis durante el sexo es, lamentablemente, muy habitual. Le echo mucha culpa a lo preciosas y estéticas que se ven las escenas de sexo en series y pelis, todo tan armonioso y tan suave. Y le echo la culpa a la importancia tan desmesurada y exagerada que damos a la imagen en estos tiempos.
Estas son nuestras “caras de sexo”
Un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid, del que se hizo eco El Confidencial, analizó 100 vídeos sexuales cedidos voluntariamente para comprobar los gestos al alcanzar el orgasmo. De él se puede desprender que lo que más hacemos es:
Cerrar los ojos (un 92% lo hace).
Apretar la mandíbula.
Fruncir el ceño.
Separar los labios.
Esto de las caras que ponemos durante el sexo ha sido ampliamente tratado en la cultura popular. Me estaba acordando de una escena de la mítica Friends en la que Chandler (DEP Mathew Perry) pone “cara de sexo” al echar un pulso con Ross, según percibe Monica. Hay tomas falsas de este momento que son hilarantes.
En Sex Education, Otis tiene que tratar a una pareja porque la chica siente el impulso de ponerle a su novio un cojín en la cara cada vez que va a alcanzar el orgasmo, incluso corriendo el riesgo de ahogarlo.
El ahegao, otro nivel
Si te preocupan tus caras durante el sexo, acuérdate del ahegao. Es una palabra originaria del japonés también llamada O-Face, y que hace referencia a un gesto concreto asociado al placer sexual de las mujeres: los ojos en blanco o bizcos, la lengua afuera y el rostro enrojecido.
Esta cara desencajada tan alejada de un gesto suavizado y glamouroso no solo no representa problema alguno, sino que se utiliza mucho en manga erótico, anime tipo hentai y videojuegos para representar la sexualidad femenina… y, sobre todo, excitar a los tíos.
Como ves, no eres tú ni son tus caras, es una cuestión cultural. Es cómo se representa el sexo y cuánto crees que distas de esa representación.
La estética en el sexo, ¿todo tiene que ser bonito?
Hay veces en las que, lamentablemente, los complejos nos impiden disfrutar de una simple tarde en la piscina con las amigas o de un polvazo en la cama con la persona que nos gusta: la barriguita, la flacidez, el pecho o pene de menos y hasta los gestos y gemidos llegan a acomplejarnos. Es algo que está en nuestras cabezas y nos fuerza a apagar la luz o a evitar el momento, cuando muy posiblemente eso que tú detestas la otra persona ni lo ha notado, ¡o le encanta!
Por lo tanto, lo primero es convencerte es de que tienes una idea de belleza sesgada que no tiene por qué corresponderse con la percepción de la otra persona. Cuanto antes te desprendas de esa necesidad de preservar cierta imagen durante el sexo, mejor. En el peor de los casos, esos complejos y necesidad de control pueden llevar a disfunción sexual, falta de deseo o anorgasmia.
No vamos a negar que la estimulación sensorial es parte importante en el sexo, y que potenciar el apartado visual puede ayudar a salir de la rutina: un baile sensual, un conjunto lencero bonito, mirar fijamente a tu pareja… Pero de ahí a pensar que hay algo en tu cuerpo que no es apto para el sexo, porque no se adscribe a una estética determinada, hay un largo trecho.
Querer verte bien es una cosa. Pero generarte sufrimiento pensando que tu culo, tu pene o tus pechos van a provocar repulsión y eso te limite para disfrutar, supone un problema. Y ese problema no es ni tu cara, ni tu culo, ni tu pene ni tus pechos.
5 claves para que solo te preocupe el placer
Es normal que nos sintamos expuestos y vulnerables cuando estamos desnudos, más aún sin aún no tenemos una relación de confianza con la otra persona, bien porque sean las primera veces, bien porque es solo una relación esporádica.
Lo cómodos o incómodos que nos sentimos con nuestros cuerpos, o nuestros gestos y actitudes, forman parte de la llamada autoestima sexual, como explican en Psicología y Mente. Esta abarca también la forma en que nos comportamos sexualmente, cuánto creemos que merecemos el placer sexual según las creencias de cada cual o cómo somos para otras personas. Determina la seguridad y la confianza durante el sexo, así que merece la pena trabajarla:
Acepta la inseguridad como algo común cuando se trata de una nueva práctica o pareja sexual y di que no cuando quieras. Ve poco a poco, exponiéndote solo hasta donde te sientas cómoda/o. Construir confianza puede llevar su tiempo.
Identifica lo que más te gusta de ti, enfócate en ello y úsalo como avance para ir valorándote más.
Infórmate sobre sexualidad y explora tu cuerpo y tu propio placer. Cuanto más lo hagas, más sabrás qué te gusta y más disfrutarás, luego otros aspectos quedarán en un segundo plano frente al placer.
Evita compararte, y menos aún con actores y actrices de películas o protagonistas de novela romántica (aunque se llamen Lara, Sole, Lola y Sofi). ¡Es ficción pura! De vez en cuando, conviene recordarlo. Tampoco te compares ni pretendas competir secretamente con otras personas cuya sombra te atormenta, por ejemplo, un ex.
Busca la ayuda de un/a psicólogo/a o sexólogo/a para ayudarte a superar tus miedos e inseguridades, si no puedes salir del bloqueo.
Hay prácticas que a mí me han servido de mucho. Una de ellas es exponerme y observarme a mí misma, por ejemplo, mirándome detenidamente al espejo o haciéndome fotos para aumentar mi nivel de autoconocimiento, que es un paso hacia la autoaceptación. Otra es hablar sobre cualquier cosa que me crea cierta inseguridad en la cama con mi pareja, lo que me ayuda a relativizar y dejar de preocuparme por cosas que no lo merecen. Cuando confianza, pasas de cortarte o pedirle que apague la luz a recordar con humor situaciones catastróficas del sexo, que también las hay.





